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El relieve de Andalucía tiene una gran complejidad tanto en su formación como en sus materiales y estructuras. Esta complejidad es debida a la gran extensión superficial (87.268 km²) de Andalucía y en la larga y compleja historia geológica de su relieve.
Además, si entendemos el relieve como accidente que configura el espacio, puede ser considerado como el principal factor que va a configurar el medio natural. De esta forma, las barreras orogénicas y su disposición van a configurar el clima, la red fluvial, los suelos y su erosión, los pisos bioclimáticos, etc. Por lo tanto el relieve va a configurar no solo los recursos naturales, sino también su forma de aprovechamiento.[1]
El relieve andaluz se caracteriza por el fuerte contraste altitudinal en el relieve. En sus fronteras se dan las mayores cotas de la península ibérica y casi un 15 % del territorio por encima de 1000 m; frente a las zonas deprimidas, con menos de 100 metros de altitud en la gran Depresión Bética.
En las pendientes, se produce el mismo fenómeno. Contrasta el 40% de superficie prácticamente llana de la Depresión Bética y del Surco Intrabético, con un 45% con superficies abruptas y montañosas, siempre con una pendiente superior al 15%.
Por último, en cuanto a las costas andaluzas, el litoral atlántico con predominio abrumador de playas y costas bajas; por su parte el litoral mediterráneo tiene una presencia muy importante de acantilados sobre todo en la Axarquía malagueña, Granada y Almería.
No es de extrañar que esta dicotonomía en el relieve andaluz produzca una importante influencia en las formas de ocupación y explotación de estos territorios, presentando diversas potencialidad y constricciones. Su determinación es tal, que va a configurar una compartimentación primaria de los distintos espacios, coincidiendo con las barreras montañosas más importantes de Sierra Morena, Sistema Subbético y Sistema Penibético.[2]
Sierra Morena, al mismo tiempo que marca una ruptura entre Andalucía y la Meseta, presenta una gran separación, acrecentanda por su despoblamiento, entre la Sierra y la Campiña. Huelva, Sevilla, Córdoba y Jaén.
Las Cordilleras Béticas suponen una gran barrera que dificulta la comunicación entre la Campiña y el Surco Intrabético. Especialmente el aislamiento es ejemplarizante entre la Campiña jiennense y las depresiones intrabéticas del norte de Granada y Almería. Esta barrera montañosa es tal que ha provocado la diferenciación entre la alta y baja Andalucía, incrementada por factores históricos ligados a la reconquista y a la repoblación. El sector cordobés y sevillano del subbético es mucho más compartimentado, dejando amplios pasillos para la comunicación entre la Campiña y los Llanos de Antequera, para penetrar con facilidad en la Depresión de Granada.
Por último, el Sistema Penibético ejerce de barrera aisladora entre el litoral mediterráneo y el interior. El hecho de la no existencia de pasillos transversales hace que los cursos fluviales individualicen el territorio en grandes unidades aisladas: Altiplanicie de los Vélez, Desierto de Tabernas, Alpujarras, Tierra de Alhama, Montes de Málaga y Serranía de Ronda-Grazalema.[3]